1. Cultura viva y compartida
El turismo comunitario pone en valor nuestras historias, leyendas, saberes medicinales, técnicas agrícolas tradicionales, artesanías, música, danzas, fiestas patronales y gastronomía. Cada visita es un intercambio cultural, una oportunidad para que el mundo conozca la riqueza de nuestras raíces de los pueblos
originarios Xipixapa, Wankavilka y Manteño.
2. Conservación de la biodiversidad
Las comunidades protegen sus entornos naturales como parte de su identidad y sustento. El bosque semi -húmedo y seco manabita, los senderos,loss ríos, las cascadas, las montañas, los volcanes, las aves endémicas, la fauna y la flora medicinal son parte del atractivo turístico, pero también de nuestro compromiso con el planeta.
3. Economía con rostro humano
El turismo comunitario genera ingresos que se distribuyen de manera equitativa: familias que cocinan,
artesanos que elaboran recuerdos, jóvenes que guían, ancianas que enseñan a tejer. Aquí el turismo no se trata de grandes hoteles, sino de pequeñas economías que hacen grande la esperanza.
4. Participación comunitaria activa
Ningún proyecto se impone desde fuera. Cada decisión se toma en asambleas, con la voz de las mujeres, los jóvenes, los mayores. La comunidad es la dueña del proceso y la protagonista del desarrollo.
El turismo comunitario no es un negocio: es una forma de resistencia y de futuro. Es soberanía territorial.